domingo, 26 de septiembre de 2010

CRÓNICA DE UN GUERRERO II

Inimaginable para propios y extraños, un hombre Cristiano jamás lo fui, solo un militar obcecado, borracho, mujeriego de un romanticismo sin fin, aunque eso sí, huérfano desde los 11 años hablar a solas con Dios aprendí.

Parte del castigo que me impusieron fue trasladarme de sitio y me enviaron lejos, a Estelí, mi familia se fue después conmigo.

Estando en el Comando supe del nacimiento de mi única hija y yo, no estaba ahí, feliz, me escapé y corrí, presuroso compré un ramo de flores, ahí vi rosas, margaritas, claveles, en fin, hasta que decidí que llevarías a mi esposa un hermoso ramo de azucenas, eran las más bonitas ahí.

Cuando mi niña cumplió sus primeros 6 meses, fui trasladado a Guaslala al norte de Nicaragua, en las montañas más crudas de Matagalpa, porque para ese entonces la guerrilla comenzaba a apoderarse poco a poco en intentonas de derrocamiento, casi en la fase final del régimen del Presidente Somoza.

Paso el tiempo alejado de mi familia viví en las montañas, sin volver a verles soporte lo más crudo de la guerra. ya en el año 1979, la guerra estuvo en el ojo del huracán, Nicaragua fue sacudida por una horrible guerra, que devastó el país, gente inocente murió y fueron exiliados, yo quedé atrapado en Rio Blanco, un pueblo al norte de Matagalpa; en la espesura de esa montaña fui acorralado junto a mis ya únicos 9 soldados, fuimos asediados para entregar las armas, yo me negué, esa noche me arrodillé pidiéndole a Dios como nunca antes lo había hecho, pidiéndole me ayudará a salir bien de esto con mis soldados, mi intención era salir de ahí, así que le pedí a Dios una noche negra, mi asombro fue tal al ver, que ni yo mismo podía verme, soló seguía mi instinto. Pude salir, guie mis soldados hasta estar todos a salvo, mis opresores jamás pudieron llegar hasta mí.

@zumusik@l